Una Gaditana en Pamplona, Anabel #GaditanosFueraDeCadiz

Mi historia lejos de mi Isla (San Fernando, Cadiz) comenzó hace algo mas de cuatro años y medio cuando me trasladé a Pamplona por amor.

A mi llegada tuve mucha suerte, ya que pronto encontré trabajo, en un par de semanas quizás. La crisis se notá en todos los sitios, pero ya sabéis, cuanto más al norte te vayas parece que la situación aún permite encontrar algunas oportunidades. Además del trabajo, era importante para mi empezar a hacer lazos en mi nueva ciudad, y la verdad, las primeras personas que comencé a conocer, vecinos y compañeros de trabajo, me acogieron súper bien, la gente por lo general es muy agradable en Pamplona.

Al principio fue muy duro, echaba mucho de menos mi casa, mi familia, estaba muchas horas trabajando, la primera vez que llevaba una casa para adelante, ¡Y el tiempo!, sobre todo el tiempo… El cielo siempre estaba gris. Podían pasar semanas sin ver un rayo de sol y sin parar de llover. Eso sí, también he de decir que cuando nevaba me alegraba por todo el día, nunca antes me habían caído copitos de nieve mientras daba un paseo hasta el trabajo. Recuerdo que por echar de menos, ¡Echaba de menos hasta la humedad del ambiente! Y los olores…. ese inconfundible olor a mar y marisma que te da la vida. Con el tiempo, y afortunadamente no tardé mucho, aprendí a sobrellevarlo, después de todo tenía que verle las otras muchas cosas positivas que tenía vivir por primera independizada en Pamplona.

Pronto conocimos a andaluces que como yo habían venido a Pamplona, bien por amor o por trabajo. Hicimos un grupito bastante grande y formamos nuestra pequeña gran familia. Los fines de semana siempre los pasábamos juntos, nos reuníamos con nuestras anécdotas, nuestras papitas aliñás, las aceitunitas, las cervecitas bien fresquitas, y nos echarnos una risas con nuestros chistecitos y nuestras ‘tonterías’, por momentos parecía que no habíamos salido de Cádiz.

Con los años, por circunstancias de la vida, y por suerte, he podido volver a Cádiz, mi tierra, mi casa. Llevo aquí unos meses, pero sin duda, si volviera atrás, volvería a montarme en ese coche y hacer los 1000km que me separaban de mi casa, al fin y al cabo, Pamplona me dió muchos momentos buenos, muchas experiencias aprendidas y vividas, y por supuesto de Pamplona me llevo lo más hermoso que tengo, un navarro de 26 meses. Por este motivo, y alguno que otro más, siempre habrá recuerdos y sentimientos que me unan a Pamplona.